/ sábado 25 de enero de 2020

Bici, reconvertir la cultura

La bicicleta, como instrumento insustituible en la democratización del transporte personal, desde la aparición de la ciudad industrial del Siglo XX y a partir de los notables servicios otorgados a la resistencia en las naciones ocupadas, pero sobre todo, en la aparición de enfermedades modernas relacionadas con el sedentarismo y al evitar con su uso, la contaminación atmosférica producida por la masificación del cómodo automovil.

Ciudades mucho más desarrolladas en la educación, la movilidad y la prevención en la salud pública, han podido encontrar en el ciclismo y la bicicleta un referente de sus pares pero, sobre todo, en la globalización de la aculturación para el avance de la humanidad.

Amsterdam, Berlín y New Castle en Australia, son ciudades modelo en donde sus pobladores conciben la convivencia urbana como un derecho inalienable a la calidad de vida en un territorio compartido, respetado y armoniosamente sustentable.

Lejos estamos en el Área Metropolitana de Guadalajara para poder observar los “racks” o estacionamientos seguros para miles de bicicletas, como lo pude constatar en las universidades y bibliotecas de Berlín. Y ni hablar del impresionante sistema cultural y turístico para recorrer en bicicleta a Amsterdam, o los extraordinarios y largos caminos para recorrer en bicileta de un suburbio al primer cuadro de la ciudad en cualquier ciudad australiana. Pero ese tendría que ser el gran propósito en nuestra ciudad y, así como adoptamos el modelo tecnológico del uso de la bicicleta en Montreal en Canadá, pudiésemos llegar a combinar con la eficiente diversificación de la movilidad, como en Bogotá y el derecho primigenio de transportarse como peatón.

Llegar a tener la alternatividad de transporte que hoy tienen muchas ciudades de España, donde igual se respeta el derecho peatonal en los magníficos centros históricos, y podemos encontrar el tranvía, el metro, el autobús colectivo, la calandria, la motocicleta, el automovil y, por supuesto, las bicicletas sin la imposición de normas cohercitivas o divisiones físicas en la interlocución de la ciudad, pero sí, con la evidencia de que, todo parece indicar, nuestras autoridades han dejado para después la necesaria reconversión cultural del jaliscience urbano y respetar, no sólo al ciclista sino al peatón para llegar a comprender que la superioridad manifiesta al frente de un automotor, cuando menos en Guadalajara, no nos debe otorgar una revancha sociocultural y ante el bizarro empoderamiento que, hasta hoy, nos impide como automovilistas otorgarle a cualquier ciudadano el derecho de paso como peatón, o la prelación al ciclista cuando nos ha hecho el favor de no contaminar la atmósfera.

En ese propósito encontrarán una amplia agenda pendiente, las universidades que, no todas, no tienen en sus instalaciones estacionamiento para las bicicletas.

Pero, probablemente, el caso más extraño, es el hecho de que en algunas plazas comerciales con notable utilidad por sus ventas, no se les obligue por Reglamento Municipal a permitir el ingreso de los usuarios con una bicicleta rodadando.

Quiere decir que las universidades junto con las iglesias y planteles educativos, asociaciones de colonos, empresarios del turismo, instituciones de salud de los tres niveles y, sobre todo, medios de comunicación y gobierno, tienen mucha tarea antes de coaccionar, con multas a los ciudadanos, para dar a conocer las bondades de usar, promover y respetar el uso de la bicicleta.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

Correo: carlosm_orozco@hotmail.com

La bicicleta, como instrumento insustituible en la democratización del transporte personal, desde la aparición de la ciudad industrial del Siglo XX y a partir de los notables servicios otorgados a la resistencia en las naciones ocupadas, pero sobre todo, en la aparición de enfermedades modernas relacionadas con el sedentarismo y al evitar con su uso, la contaminación atmosférica producida por la masificación del cómodo automovil.

Ciudades mucho más desarrolladas en la educación, la movilidad y la prevención en la salud pública, han podido encontrar en el ciclismo y la bicicleta un referente de sus pares pero, sobre todo, en la globalización de la aculturación para el avance de la humanidad.

Amsterdam, Berlín y New Castle en Australia, son ciudades modelo en donde sus pobladores conciben la convivencia urbana como un derecho inalienable a la calidad de vida en un territorio compartido, respetado y armoniosamente sustentable.

Lejos estamos en el Área Metropolitana de Guadalajara para poder observar los “racks” o estacionamientos seguros para miles de bicicletas, como lo pude constatar en las universidades y bibliotecas de Berlín. Y ni hablar del impresionante sistema cultural y turístico para recorrer en bicicleta a Amsterdam, o los extraordinarios y largos caminos para recorrer en bicileta de un suburbio al primer cuadro de la ciudad en cualquier ciudad australiana. Pero ese tendría que ser el gran propósito en nuestra ciudad y, así como adoptamos el modelo tecnológico del uso de la bicicleta en Montreal en Canadá, pudiésemos llegar a combinar con la eficiente diversificación de la movilidad, como en Bogotá y el derecho primigenio de transportarse como peatón.

Llegar a tener la alternatividad de transporte que hoy tienen muchas ciudades de España, donde igual se respeta el derecho peatonal en los magníficos centros históricos, y podemos encontrar el tranvía, el metro, el autobús colectivo, la calandria, la motocicleta, el automovil y, por supuesto, las bicicletas sin la imposición de normas cohercitivas o divisiones físicas en la interlocución de la ciudad, pero sí, con la evidencia de que, todo parece indicar, nuestras autoridades han dejado para después la necesaria reconversión cultural del jaliscience urbano y respetar, no sólo al ciclista sino al peatón para llegar a comprender que la superioridad manifiesta al frente de un automotor, cuando menos en Guadalajara, no nos debe otorgar una revancha sociocultural y ante el bizarro empoderamiento que, hasta hoy, nos impide como automovilistas otorgarle a cualquier ciudadano el derecho de paso como peatón, o la prelación al ciclista cuando nos ha hecho el favor de no contaminar la atmósfera.

En ese propósito encontrarán una amplia agenda pendiente, las universidades que, no todas, no tienen en sus instalaciones estacionamiento para las bicicletas.

Pero, probablemente, el caso más extraño, es el hecho de que en algunas plazas comerciales con notable utilidad por sus ventas, no se les obligue por Reglamento Municipal a permitir el ingreso de los usuarios con una bicicleta rodadando.

Quiere decir que las universidades junto con las iglesias y planteles educativos, asociaciones de colonos, empresarios del turismo, instituciones de salud de los tres niveles y, sobre todo, medios de comunicación y gobierno, tienen mucha tarea antes de coaccionar, con multas a los ciudadanos, para dar a conocer las bondades de usar, promover y respetar el uso de la bicicleta.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

Correo: carlosm_orozco@hotmail.com