/ jueves 21 de marzo de 2019

Aquí vive una persona con discapacidad

Se requiere de un cambio cultural que nos acostumbre a que la discapacidad no se oculte, mucho menos se calle, ya ha sufrido por siglos los embates del silencio mas atroz, es tiempo de perifonearla por todos los medios.

José Luis Cuéllar



Durante la Guerra Civil Española se presentó un singular fenómeno: las fuerzas en conflicto ordenaron poner en las fachadas de las casas de los matadores de toros una breve pero tajante frase: "Aquí vive un torero", ambos bandos, admiradores de los hombres valientes que se jugaban alegremente la vida ante las astas de los toros, rendían un culto a sus héroes populares respetándolos en su integridad física y en sus bienes. Se trató de una cuestión de alto honor que habló bien del pueblo español.

El comentario viene a cuento por aquello de las curiosas asociaciones mentales que el cerebro suele hacer en forma por demás misteriosa e inexplicable. ¿Por qué no cumplir con esta cuota de honor hacia las personas con discapacidad que con entereza y heroísmo enfrentan su dura realidad cotidianamente sin alardes, sin excesos, sin protagonismos?

Que cada hogar que en su seno albergue a una persona con discapacidad, cualquiera que sea su condición económica y social, mande hacer placas con letras doradas que, orgullosamente, se coloquen en las fachadas de sus casas y que digan "Aquí vivr una persona con discapacidad".

Sería una forma de pagar la factura que les debemos producto de las brutales medidas de confinamiento a las que los hemos sometido históricamente.

Identificarlos, tratarlos, admirarlos y amarlos es rescatarlos de la incuria en que muchos de ellos aún viven para así poder destacar la plétora de virtudes espirituales que tienen. Se requiere de un cambio cultural que nos acostumbre a que la discapacidad no se oculte, mucho menos se calle, ya ha sufrido por siglos los embates del silencio mas atroz, es tiempo de perifonearla por todos los medios.

Una sociedad grande es aquella que cuenta con un denominador común: la solidaridad, resulta indispensable convertirnos en apostatas de la discriminación, el respeto a las diferencias es el respeto a nosotros mismos en tanto personas ambos. Para una sociedad es mejor que el gran intelecto la bondad, muchos y frecuentes ejemplos vivimos a diario: la intolerancia mata.

#Análisis:


"Aquí vivr una persona con discapacidad", homenaje fecundo y generoso que podría convertirse en un ejemplo fulgurante de justicia social. Pequeño detalle convertido en sincero homenaje hacia quienes dan por buena su vida destacándola con alegría, de ese tipo de alegría que nos permite conocer que hasta las penas humanas valen la pena.

Destacar su presencia y enorgullecernos de ella es como celebrar triunfos, sería un pequeño detalle que se convertiría en un gran anclaje social, siempre animados por un sincero deseo altruista. Es bueno que creamos en la capacidad redentora de la discapacidad. Quizás todo esto represente, para muchos, un deseo verdaderamente ingenuo, quizás, pero pienso que por ser ingenuo hay que tener fe ciega.

Desde el pasado miércoles y durante una semana se viene celebrando la Semana de Síndrome de Down, que mejor oportunidad para iniciar con la campaña de colocar placas en las fachadas de las casas donde habite no sólo una persona con Síndrome de Down, sino con cualquier otra condición de discapacidad.


'Aquí vivr una persona con discapacidad', homenaje fecundo y generoso que podría convertirse en un ejemplo fulgurante de justicia social. Pequeño detalle convertido en sincero homenaje hacia quienes dan por buena su vida destacándola con alegría, de ese tipo de alegría que nos permite conocer que hasta las penas humanas valen la pena.

Vale la pena volver la mirada hacia el pasado y repasar la historia de las personas con discapacidad, una historia para condolerse de las oportunidades que no les hemos dado, de las esperanzas frustradas por incumplimiento de tantas y tantas promesas, de tanto y tanto fracaso acumulado que en conjunto les ha causado heridas aún sin sanar.

José Luis Cuéllar



Durante la Guerra Civil Española se presentó un singular fenómeno: las fuerzas en conflicto ordenaron poner en las fachadas de las casas de los matadores de toros una breve pero tajante frase: "Aquí vive un torero", ambos bandos, admiradores de los hombres valientes que se jugaban alegremente la vida ante las astas de los toros, rendían un culto a sus héroes populares respetándolos en su integridad física y en sus bienes. Se trató de una cuestión de alto honor que habló bien del pueblo español.

El comentario viene a cuento por aquello de las curiosas asociaciones mentales que el cerebro suele hacer en forma por demás misteriosa e inexplicable. ¿Por qué no cumplir con esta cuota de honor hacia las personas con discapacidad que con entereza y heroísmo enfrentan su dura realidad cotidianamente sin alardes, sin excesos, sin protagonismos?

Que cada hogar que en su seno albergue a una persona con discapacidad, cualquiera que sea su condición económica y social, mande hacer placas con letras doradas que, orgullosamente, se coloquen en las fachadas de sus casas y que digan "Aquí vivr una persona con discapacidad".

Sería una forma de pagar la factura que les debemos producto de las brutales medidas de confinamiento a las que los hemos sometido históricamente.

Identificarlos, tratarlos, admirarlos y amarlos es rescatarlos de la incuria en que muchos de ellos aún viven para así poder destacar la plétora de virtudes espirituales que tienen. Se requiere de un cambio cultural que nos acostumbre a que la discapacidad no se oculte, mucho menos se calle, ya ha sufrido por siglos los embates del silencio mas atroz, es tiempo de perifonearla por todos los medios.

Una sociedad grande es aquella que cuenta con un denominador común: la solidaridad, resulta indispensable convertirnos en apostatas de la discriminación, el respeto a las diferencias es el respeto a nosotros mismos en tanto personas ambos. Para una sociedad es mejor que el gran intelecto la bondad, muchos y frecuentes ejemplos vivimos a diario: la intolerancia mata.

#Análisis:


"Aquí vivr una persona con discapacidad", homenaje fecundo y generoso que podría convertirse en un ejemplo fulgurante de justicia social. Pequeño detalle convertido en sincero homenaje hacia quienes dan por buena su vida destacándola con alegría, de ese tipo de alegría que nos permite conocer que hasta las penas humanas valen la pena.

Destacar su presencia y enorgullecernos de ella es como celebrar triunfos, sería un pequeño detalle que se convertiría en un gran anclaje social, siempre animados por un sincero deseo altruista. Es bueno que creamos en la capacidad redentora de la discapacidad. Quizás todo esto represente, para muchos, un deseo verdaderamente ingenuo, quizás, pero pienso que por ser ingenuo hay que tener fe ciega.

Desde el pasado miércoles y durante una semana se viene celebrando la Semana de Síndrome de Down, que mejor oportunidad para iniciar con la campaña de colocar placas en las fachadas de las casas donde habite no sólo una persona con Síndrome de Down, sino con cualquier otra condición de discapacidad.


'Aquí vivr una persona con discapacidad', homenaje fecundo y generoso que podría convertirse en un ejemplo fulgurante de justicia social. Pequeño detalle convertido en sincero homenaje hacia quienes dan por buena su vida destacándola con alegría, de ese tipo de alegría que nos permite conocer que hasta las penas humanas valen la pena.

Vale la pena volver la mirada hacia el pasado y repasar la historia de las personas con discapacidad, una historia para condolerse de las oportunidades que no les hemos dado, de las esperanzas frustradas por incumplimiento de tantas y tantas promesas, de tanto y tanto fracaso acumulado que en conjunto les ha causado heridas aún sin sanar.

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