/ lunes 1 de agosto de 2022

Apología del delito

La NCIS, National Instant Criminal Background Check System, organismo del FBI, una oficina que lleva el control y registro que es preciso realizar para adquirir un arma en los Estados Unidos, informó que en este primer semestre se inscribieron en la Unión Americana más de 15 millones de personas una cifra significativa.

Su relevancia es clara en momentos en que la discusión sobre el asunto de las armas se encuentra en un punto álgido, pues mientras que grupos estadounidenses buscan evitar su adquisición para que no sean civiles los que las poseean, otros más son proclives a la seguridad ciudadana al tener con qué defenderse.

Sobre esto último, es muy importante no perder de vista que el solo hecho de tener en casa un arma o traerla en el auto, no significa una mejor protección por varias razones.

En primer lugar, la población civil en general no es diestra en el manejo de las armas, no se encuentra familiarizada con su uso, con su funcionamiento y mucho menos con la posibilidad de repeler una agresión violenta y actual.

En segundo lugar, la mentalidad del agresor es activa, en tanto que la víctima como sujeto pasivo, no espera la agresión y los tiempos para activar un mecanismo de defensa de esta naturaleza son literalmente vitales; así mientras que el agresor tiene el arma empuñada y lista para abrir fuego, el otro tardará el tiempo en ubicarla, en prepararla, activarla y accionarla.

En tercer lugar, ante una inspección aleatoria de cualquier autoridad, el portador ya se encuentra en el umbral de un problema; un numero de serie, una fecha, una parte de la descripción que no concuerde basta y sobra para que la autoridad, con todo el derecho prive de la libertad a la persona mientras se hacen las investigaciones y se deslindan responsabilidades.

Podríamos agregar otras cuestiones, pero no quiero perder el objeto del artículo; lo cierto es que la inseguridad es una de las cosas que mas reclama la ciudadanía en general y es una obligación primigenia del Estado el proporcionarla.

Precisamente una de las relaciones interactivas entre el ciudadano y el Estado es: yo te pago impuestos, tu dame seguridad. Son derechos y obligaciones recíprocos.

Campañas de desarme, volantas, retenes, restricciones en los permisos y autorizaciones, no serán tan efectivas como desarrollar políticas públicas integrales tendientes a desincentivar el uso de las armas.

Uno de los elementos que coadyuvan a la violencia incontrolable es la difusión de películas y series de televisión en donde la violencia y las crudas escenas con un realismo espectacular van dejando mensajes subliminales que se quedan en la subconciencia, lo que se entiende por lógica aunque uno no sea profesional de la psicología.

Tenemos casos de las series relacionadas con la delincuencia, donde se nos presenta el poder exacerbado sobre la vida y la muerte, con solo mantener el pulgar hacia arriba o hacia abajo como los Césares en Roma; abundancia de autos de lujo, mujeres exhuberantes, vino a raudales, armas automáticas capaces de derribar aeronaves, vehículos artillados, riqueza, derroche, y el mensaje a los adolescentes, a los jóvenes y a los no tanto es perverso y no puede negarse.

Que es lo que vende, no se discute, pero el negocio es macabro porque aunque la serie sea exitosa y su comercialización sea negocio redondo, el costo final es terrible.

Mientras el Gobierno no se aplique en conciencia a desarrollar estrategias coherentes, congruentes, posibles, efectivas, bien pensadas y aplicadas en los distintos quehaceres de la sociedad, bien coordinadas para la prevención de la comisión de delitos, la misma sociedad seguirá quejándose constantemente del asedio de que es objeto por los grupos delincuenciales que han marcado territorios y fijado las reglas del juego a ciencia y paciencia del Gobierno que una de dos, o es incompetente o es corrupto por actuar en connivencia con los criminales. Lo dijo Shakespeare: Ser o no ser. Esa es la cuestión. En materia de combate a la delincuencia no puede haber medias tintas.

La NCIS, National Instant Criminal Background Check System, organismo del FBI, una oficina que lleva el control y registro que es preciso realizar para adquirir un arma en los Estados Unidos, informó que en este primer semestre se inscribieron en la Unión Americana más de 15 millones de personas una cifra significativa.

Su relevancia es clara en momentos en que la discusión sobre el asunto de las armas se encuentra en un punto álgido, pues mientras que grupos estadounidenses buscan evitar su adquisición para que no sean civiles los que las poseean, otros más son proclives a la seguridad ciudadana al tener con qué defenderse.

Sobre esto último, es muy importante no perder de vista que el solo hecho de tener en casa un arma o traerla en el auto, no significa una mejor protección por varias razones.

En primer lugar, la población civil en general no es diestra en el manejo de las armas, no se encuentra familiarizada con su uso, con su funcionamiento y mucho menos con la posibilidad de repeler una agresión violenta y actual.

En segundo lugar, la mentalidad del agresor es activa, en tanto que la víctima como sujeto pasivo, no espera la agresión y los tiempos para activar un mecanismo de defensa de esta naturaleza son literalmente vitales; así mientras que el agresor tiene el arma empuñada y lista para abrir fuego, el otro tardará el tiempo en ubicarla, en prepararla, activarla y accionarla.

En tercer lugar, ante una inspección aleatoria de cualquier autoridad, el portador ya se encuentra en el umbral de un problema; un numero de serie, una fecha, una parte de la descripción que no concuerde basta y sobra para que la autoridad, con todo el derecho prive de la libertad a la persona mientras se hacen las investigaciones y se deslindan responsabilidades.

Podríamos agregar otras cuestiones, pero no quiero perder el objeto del artículo; lo cierto es que la inseguridad es una de las cosas que mas reclama la ciudadanía en general y es una obligación primigenia del Estado el proporcionarla.

Precisamente una de las relaciones interactivas entre el ciudadano y el Estado es: yo te pago impuestos, tu dame seguridad. Son derechos y obligaciones recíprocos.

Campañas de desarme, volantas, retenes, restricciones en los permisos y autorizaciones, no serán tan efectivas como desarrollar políticas públicas integrales tendientes a desincentivar el uso de las armas.

Uno de los elementos que coadyuvan a la violencia incontrolable es la difusión de películas y series de televisión en donde la violencia y las crudas escenas con un realismo espectacular van dejando mensajes subliminales que se quedan en la subconciencia, lo que se entiende por lógica aunque uno no sea profesional de la psicología.

Tenemos casos de las series relacionadas con la delincuencia, donde se nos presenta el poder exacerbado sobre la vida y la muerte, con solo mantener el pulgar hacia arriba o hacia abajo como los Césares en Roma; abundancia de autos de lujo, mujeres exhuberantes, vino a raudales, armas automáticas capaces de derribar aeronaves, vehículos artillados, riqueza, derroche, y el mensaje a los adolescentes, a los jóvenes y a los no tanto es perverso y no puede negarse.

Que es lo que vende, no se discute, pero el negocio es macabro porque aunque la serie sea exitosa y su comercialización sea negocio redondo, el costo final es terrible.

Mientras el Gobierno no se aplique en conciencia a desarrollar estrategias coherentes, congruentes, posibles, efectivas, bien pensadas y aplicadas en los distintos quehaceres de la sociedad, bien coordinadas para la prevención de la comisión de delitos, la misma sociedad seguirá quejándose constantemente del asedio de que es objeto por los grupos delincuenciales que han marcado territorios y fijado las reglas del juego a ciencia y paciencia del Gobierno que una de dos, o es incompetente o es corrupto por actuar en connivencia con los criminales. Lo dijo Shakespeare: Ser o no ser. Esa es la cuestión. En materia de combate a la delincuencia no puede haber medias tintas.