/ viernes 13 de julio de 2018

Andrés Manuel… ¡por fin!

Agustín Hernández González

Andrés Manuel, ¡por fin ganaste! ¡Felicidades! Y no, no me refiero al triunfo electoral que legítima y abrumadoramente obtuviste el pasado 1 de julio.

Ganaste al fin en esa lucha de muchos años contigo mismo para hacer de ti una mejor persona, un mejor mexicano y un mejor político. Por eso la gente votó mayoritariamente por ti, ya que ha advertido ese cambio que para bien ha ido configurando tu personalidad actual y tus ideas y propuestas, muchas de las cuales yo comparto y he compartido siempre, como tu respeto y reconocimiento a Benito Juárez y a Lázaro Cárdenas, o el hecho de que primero se atienda desde el gobierno a los pobres y de entre ellos, a los indígenas.

Me encanta la idea de que les canceles sus pensiones millonarias a los expresidentes de la República y reduzcas los salarios de los altos funcionarios de la federación, incluyendo a los ministros, magistrados y jueces del Poder Judicial Federal. Pero me preocupa y estoy en contra de que así, de un plumazo, hayas decidido vender el avión presidencial, pues lo necesitarás y no es un vehículo de ornato o de lujo; que traslades el Estado Mayor Presidencial a la Secretaría de la Defensa Nacional, pues sus funciones no se reducen a tu seguridad o a la de tu familia, sino que son múltiples y muy trascendentes, desde organizar y desahogar el día a día de la agenda presidencial, hasta la instrumentación y cuidado de las visitas que otros jefes de estado harán a México; me apura que elimines reformas legales sin antes analizarlas detenidamente e implementes modificaciones constitucionales que ameritan estudio, consulta y reflexión imparcial y objetiva.

Me irrita el que emprendas en septiembre por todo el país la gira de la gratitud, cuando lo puedes hacer o ya lo hiciste desde el Zócalo en tu discurso del domingo mismo de la jornada electoral, sin tanto gasto ni tener que movilizar a nadie; eso me hace pensar en que aún no has dejado de sentirte candidato eterno, luchador social que debe dar paso al jefe de las instituciones nacionales sin por ello renunciar a ideales y propósitos. Piénsalo Andrés, por favor. Disponte a escuchar la voz de todos, no sólo de aquellos que te rinden pleitesía o te miran con fe ciega. Ya vez a Peña Nieto como le está yendo. Si cada día de tu sexenio prestas oído a los mexicanos de a pie, serás un buen presidente, igual que si te rodeas de buenos, eficientes, competentes y leales colaboradores y consejeros, como lo hicieron precisamente Juárez y Cárdenas.

Me encanta también que adores a tu mujer y ella a ti. Tengo para mí que ha sido Beatriz quien más ha hecho por ti, contribuyendo con amor y fidelidad, pero también con convicción y tenacidad, a ese tránsito hacia la personalidad que ahora demuestras. Gracias a ella pareces haber dejado atrás al individuo rijoso, violento y necio que en una larga época fuiste, supongo en actitud de rebeldía frente a quienes injusta y autoritariamente DESEABAN CERRARTE EL PASO. Pero, Andrés, la democracia se vive, se defiende, se edifica y se resguarda mediante las instituciones, las ideas, la palabra y la ley. Ya lo has comprobado y ahora vivido con el triunfo que el pueblo mexicano te ha otorgado. No lo defraudes, no nos falles. Puedes y debes encabezar un cambio vigoroso y firme, pero pacífico. Así entiendo yo el mandato de los electores. La violencia y el autoritarismo no conducen sino a más violencia y rencor. Por el bien de México, primero los pobres, sí, pero en el marco de nuestras leyes y de nuestra instituciones.

Ojalá este humilde escrito puedas llegar a leerlo, porque quiere más bien ser una carta dirigida con respeto y sinceridad a ti. Te escribiré otras según crea que se va necesitando, desde la Atalaya que me dan mis años, la mayoría de ellos dedicados a servir a mi país y en particular a los campesinos, y mi amor por México, que es tan grande como el tuyo. ¡Que tengas éxito, mucho éxito!

Agustín Hernández González

Andrés Manuel, ¡por fin ganaste! ¡Felicidades! Y no, no me refiero al triunfo electoral que legítima y abrumadoramente obtuviste el pasado 1 de julio.

Ganaste al fin en esa lucha de muchos años contigo mismo para hacer de ti una mejor persona, un mejor mexicano y un mejor político. Por eso la gente votó mayoritariamente por ti, ya que ha advertido ese cambio que para bien ha ido configurando tu personalidad actual y tus ideas y propuestas, muchas de las cuales yo comparto y he compartido siempre, como tu respeto y reconocimiento a Benito Juárez y a Lázaro Cárdenas, o el hecho de que primero se atienda desde el gobierno a los pobres y de entre ellos, a los indígenas.

Me encanta la idea de que les canceles sus pensiones millonarias a los expresidentes de la República y reduzcas los salarios de los altos funcionarios de la federación, incluyendo a los ministros, magistrados y jueces del Poder Judicial Federal. Pero me preocupa y estoy en contra de que así, de un plumazo, hayas decidido vender el avión presidencial, pues lo necesitarás y no es un vehículo de ornato o de lujo; que traslades el Estado Mayor Presidencial a la Secretaría de la Defensa Nacional, pues sus funciones no se reducen a tu seguridad o a la de tu familia, sino que son múltiples y muy trascendentes, desde organizar y desahogar el día a día de la agenda presidencial, hasta la instrumentación y cuidado de las visitas que otros jefes de estado harán a México; me apura que elimines reformas legales sin antes analizarlas detenidamente e implementes modificaciones constitucionales que ameritan estudio, consulta y reflexión imparcial y objetiva.

Me irrita el que emprendas en septiembre por todo el país la gira de la gratitud, cuando lo puedes hacer o ya lo hiciste desde el Zócalo en tu discurso del domingo mismo de la jornada electoral, sin tanto gasto ni tener que movilizar a nadie; eso me hace pensar en que aún no has dejado de sentirte candidato eterno, luchador social que debe dar paso al jefe de las instituciones nacionales sin por ello renunciar a ideales y propósitos. Piénsalo Andrés, por favor. Disponte a escuchar la voz de todos, no sólo de aquellos que te rinden pleitesía o te miran con fe ciega. Ya vez a Peña Nieto como le está yendo. Si cada día de tu sexenio prestas oído a los mexicanos de a pie, serás un buen presidente, igual que si te rodeas de buenos, eficientes, competentes y leales colaboradores y consejeros, como lo hicieron precisamente Juárez y Cárdenas.

Me encanta también que adores a tu mujer y ella a ti. Tengo para mí que ha sido Beatriz quien más ha hecho por ti, contribuyendo con amor y fidelidad, pero también con convicción y tenacidad, a ese tránsito hacia la personalidad que ahora demuestras. Gracias a ella pareces haber dejado atrás al individuo rijoso, violento y necio que en una larga época fuiste, supongo en actitud de rebeldía frente a quienes injusta y autoritariamente DESEABAN CERRARTE EL PASO. Pero, Andrés, la democracia se vive, se defiende, se edifica y se resguarda mediante las instituciones, las ideas, la palabra y la ley. Ya lo has comprobado y ahora vivido con el triunfo que el pueblo mexicano te ha otorgado. No lo defraudes, no nos falles. Puedes y debes encabezar un cambio vigoroso y firme, pero pacífico. Así entiendo yo el mandato de los electores. La violencia y el autoritarismo no conducen sino a más violencia y rencor. Por el bien de México, primero los pobres, sí, pero en el marco de nuestras leyes y de nuestra instituciones.

Ojalá este humilde escrito puedas llegar a leerlo, porque quiere más bien ser una carta dirigida con respeto y sinceridad a ti. Te escribiré otras según crea que se va necesitando, desde la Atalaya que me dan mis años, la mayoría de ellos dedicados a servir a mi país y en particular a los campesinos, y mi amor por México, que es tan grande como el tuyo. ¡Que tengas éxito, mucho éxito!

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