/ jueves 2 de diciembre de 2021

Algo no anda bien

5 de febrero de 2012. Andrés Manuel López Obrador, entonces eterno candidato a la Presidencia, se comprometía entre otras muchas cosas expresamente a regresar al ejército a sus cuarteles; decía que había que ir sacando al ejército de las calles porque esa no era su función; que su trabajo era defender la soberanía nacional, y no era conveniente seguir exponiendo al ejército.

Los ideales y las promesas de campaña quedaron atrás. El ejército no regresó a sus cuarteles. Está ocupado en la construcción de un aeropuerto internacional que será operado y comercializado por el mismo ejército a través de una empresa militar; construye, administrará y comercializará a través de la SEMAR el sistema ferroviario denominado tren maya en el sureste; construye 1,600 sucursales bancarias del Banco del Estado que administrará y operará con fondeo estatal; la marina está a cargo de funciones administrativas y de control en los puertos del país; la guardia nacional, sustituto de la policía federal y que se dijo tendría mando civil es un órgano netamente castrense que presta servicios de policía militar migratoria y tiene mando militar.

No son tareas del ejército la recolección de sargazo, el dragado de ríos, el reparto de libros y despensas, el reparto de ropa y juguetes y participar como actores improvisados en espectáculos montados en la Plaza de la Constitución, haciéndola de cantantes, músicos y bailarines.

No se militariza al país, -se dice- pero la titularidad de Birmex, la empresa distribuidora de fármacos del Estado y que se encargará de coordinar la logística de la distribución tendrá dirección y control militar. Otra actividad que debería estar a cargo de civiles se encarga al ejército.

La delincuencia está incontrolable en Michoacán, Zacatecas, Tamaulipas, Sonora, Chiapas, Chihuahua, del norte al sur y del pacífico al golfo; la guardia nacional ocupada en servicios de policía migratoria pero el ejército no interviene.

En no pocas ocasiones han sido humillados sus elementos por el crimen organizado y solo la extraordinaria disciplina de nuestro glorioso ejército lo mantiene en silencio obediente a su Comandante Supremo, porque para actuar y poner orden le sobra fuerza y valor, pero tiene que acatar la orden de abrazos y no balazos.

Así como implementan las eficientes estrategias para la ayuda a la población cuando se trata de desastres naturales con el Plan DN-III-E, el Plan de Auxilio a la población civil en casos de desastre, desearíamos que se hiciera lo mismo para pacificar al País tan convulsionado por la violencia, pero el ejército está inactivo y las fuerzas criminales imponen su voluntad.

Algo no está bien. Mi respeto absoluto al ejército, pero su comandante Supremo le tiene encomendadas otras tareas que no son suyas; ni constructores ni comerciantes, ni administradores. Son soldados.

El ejército no solo no regresó a sus cuarteles; se le encomendaron tareas que no le deberían corresponder; tiene sobreexposición, exceso de protagonismo político. Algo no anda bien; el tiempo tendrá la respuesta y la historia su veredicto.

* Doctor en Derecho

5 de febrero de 2012. Andrés Manuel López Obrador, entonces eterno candidato a la Presidencia, se comprometía entre otras muchas cosas expresamente a regresar al ejército a sus cuarteles; decía que había que ir sacando al ejército de las calles porque esa no era su función; que su trabajo era defender la soberanía nacional, y no era conveniente seguir exponiendo al ejército.

Los ideales y las promesas de campaña quedaron atrás. El ejército no regresó a sus cuarteles. Está ocupado en la construcción de un aeropuerto internacional que será operado y comercializado por el mismo ejército a través de una empresa militar; construye, administrará y comercializará a través de la SEMAR el sistema ferroviario denominado tren maya en el sureste; construye 1,600 sucursales bancarias del Banco del Estado que administrará y operará con fondeo estatal; la marina está a cargo de funciones administrativas y de control en los puertos del país; la guardia nacional, sustituto de la policía federal y que se dijo tendría mando civil es un órgano netamente castrense que presta servicios de policía militar migratoria y tiene mando militar.

No son tareas del ejército la recolección de sargazo, el dragado de ríos, el reparto de libros y despensas, el reparto de ropa y juguetes y participar como actores improvisados en espectáculos montados en la Plaza de la Constitución, haciéndola de cantantes, músicos y bailarines.

No se militariza al país, -se dice- pero la titularidad de Birmex, la empresa distribuidora de fármacos del Estado y que se encargará de coordinar la logística de la distribución tendrá dirección y control militar. Otra actividad que debería estar a cargo de civiles se encarga al ejército.

La delincuencia está incontrolable en Michoacán, Zacatecas, Tamaulipas, Sonora, Chiapas, Chihuahua, del norte al sur y del pacífico al golfo; la guardia nacional ocupada en servicios de policía migratoria pero el ejército no interviene.

En no pocas ocasiones han sido humillados sus elementos por el crimen organizado y solo la extraordinaria disciplina de nuestro glorioso ejército lo mantiene en silencio obediente a su Comandante Supremo, porque para actuar y poner orden le sobra fuerza y valor, pero tiene que acatar la orden de abrazos y no balazos.

Así como implementan las eficientes estrategias para la ayuda a la población cuando se trata de desastres naturales con el Plan DN-III-E, el Plan de Auxilio a la población civil en casos de desastre, desearíamos que se hiciera lo mismo para pacificar al País tan convulsionado por la violencia, pero el ejército está inactivo y las fuerzas criminales imponen su voluntad.

Algo no está bien. Mi respeto absoluto al ejército, pero su comandante Supremo le tiene encomendadas otras tareas que no son suyas; ni constructores ni comerciantes, ni administradores. Son soldados.

El ejército no solo no regresó a sus cuarteles; se le encomendaron tareas que no le deberían corresponder; tiene sobreexposición, exceso de protagonismo político. Algo no anda bien; el tiempo tendrá la respuesta y la historia su veredicto.

* Doctor en Derecho