/ miércoles 10 de julio de 2019

Algo no anda bien

Nueve son los funcionarios que se han separado de su cargo a lo largo de estos primeros 7 meses de gestión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Desde directores hasta Secretarios de Estado, pasando por subsecretarios y otros cargos de nivel medio; algunos por petición del presidente, el resto (la mayoría) a través de su renuncia pública. Sin duda estos son síntomas de que las cosas no están del todo bien al interior del gobierno federal.

Esta semana fue la renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda a través de una carta en la que no deja duda de porqué se separa de sus funciones y donde lo grave se presenta al no ser la primera carta que deja expuestas las debilidades, los conflictos internos y la incapacidad de muchas personas que están dentro del gabinete para solucionar las problemáticas de nuestro país. Esta renuncia es la más importante de todas las que han sucedido porque no solo afecta la política interna de nuestro país, sino que causa incertidumbre en los temas macroeconómicos y financieros, aun cuando el perfil de Arturo Herrera, sucesor del ahora exsecretario, mantendrá la misma política económica moderada.

Sin temor a equivocarme Urzúa es el segundo Secretario de Hacienda con menor duración en sus funciones al menos en los últimos 30 años, solo después de Jaime Serra Puche quien se vio obligado que dejar su cargo en 1994 por el llamado error de diciembre. Esta renuncia más que indignación me provoca preocupación, ¿qué están viendo y viviendo los funcionarios dentro del gabinete de AMLO que no están permaneciendo en sus cargos?

Es evidente que la falta de liderazgo del propio Andrés Manuel, los “otros datos” con los que él cuenta y la falta de sustento o evidencia en la toma de decisiones, no solo en materia hacendaria, le están cobrando factura. Con esta renuncia esperaríamos que el presidente y su equipo más cercano comprendan que la personalización de las decisiones, del poder y de un gobierno tan grande y complejo como lo es el nuestro no es el camino adecuado. Que es momento de dar la vuelta a las formas en las que se está trabajando al interior y exterior, que quienes están al frente de las secretarías o las instituciones públicas deben de ser escuchados y valorados. Algo no anda bien dentro de nuestro gobierno federal y quienes sufriremos las consecuencias somos todos los mexicanos.

Nueve son los funcionarios que se han separado de su cargo a lo largo de estos primeros 7 meses de gestión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Desde directores hasta Secretarios de Estado, pasando por subsecretarios y otros cargos de nivel medio; algunos por petición del presidente, el resto (la mayoría) a través de su renuncia pública. Sin duda estos son síntomas de que las cosas no están del todo bien al interior del gobierno federal.

Esta semana fue la renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda a través de una carta en la que no deja duda de porqué se separa de sus funciones y donde lo grave se presenta al no ser la primera carta que deja expuestas las debilidades, los conflictos internos y la incapacidad de muchas personas que están dentro del gabinete para solucionar las problemáticas de nuestro país. Esta renuncia es la más importante de todas las que han sucedido porque no solo afecta la política interna de nuestro país, sino que causa incertidumbre en los temas macroeconómicos y financieros, aun cuando el perfil de Arturo Herrera, sucesor del ahora exsecretario, mantendrá la misma política económica moderada.

Sin temor a equivocarme Urzúa es el segundo Secretario de Hacienda con menor duración en sus funciones al menos en los últimos 30 años, solo después de Jaime Serra Puche quien se vio obligado que dejar su cargo en 1994 por el llamado error de diciembre. Esta renuncia más que indignación me provoca preocupación, ¿qué están viendo y viviendo los funcionarios dentro del gabinete de AMLO que no están permaneciendo en sus cargos?

Es evidente que la falta de liderazgo del propio Andrés Manuel, los “otros datos” con los que él cuenta y la falta de sustento o evidencia en la toma de decisiones, no solo en materia hacendaria, le están cobrando factura. Con esta renuncia esperaríamos que el presidente y su equipo más cercano comprendan que la personalización de las decisiones, del poder y de un gobierno tan grande y complejo como lo es el nuestro no es el camino adecuado. Que es momento de dar la vuelta a las formas en las que se está trabajando al interior y exterior, que quienes están al frente de las secretarías o las instituciones públicas deben de ser escuchados y valorados. Algo no anda bien dentro de nuestro gobierno federal y quienes sufriremos las consecuencias somos todos los mexicanos.