/ lunes 7 de septiembre de 2020

A dos años, nada que celebrar

“En México la desaparición forzada de personas no ha dejado de parecer un asunto del pasado para convertirse en los años recientes en un problema público de dimensiones nacionales pues, aunque difícil de cuantificar con precisión, informes gubernamentales de organismos internacionales y asociaciones civiles nacionales hablan de decenas de miles de desaparecidos”. María Teresa Villarreal Martínez, doctora en políticas públicas.

Con López Obrador son dos años perdidos en economía, en seguridad y en salud. Aumentó la violencia, aumentó la deuda, crecieron los feminicidios, se multiplicó la pobreza. Este gobierno ha sembrado la desconfianza y la incertidumbre. Ofrecieron acabar con la inseguridad y su gobierno ha sido el más violento del siglo. Los “abrazos no balazos” aumentaron la impunidad y empoderaron a los cárteles del narcotráfico. El gobierno perdió el control de la violencia. En los primeros 19 meses, los homicidios dolosos aumentaron 70 por ciento en relación con el mismo periodo del gobierno anterior.

En el país se registran oficialmente más de 75 mil desaparecidos. Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia se denunció la desaparición de 63 mil 523 personas. De diciembre de 2006 a la fecha se tiene conocimiento de 3,978 fosas clandestinas en todo el país, de las cuales han sido exhumados 6,625 cuerpos. El 28.7% de estas fosas han sido ubicadas durante el actual gobierno y se han exhumado 1,682 cuerpos.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, en marzo cuando se declaró la pandemia de coronavirus se reportó la desaparición de 502 personas, en abril 437, en mayo 223 y en junio 180 personas más. El 59% de las personas desaparecidas son hombres y el 41% mujeres. Además de la impunidad, se revictimiza a los desaparecidos, asegurando que se dedicaban a alguna actividad ilegal, por lo que pasan de ser ver víctimas a delincuentes.

Apunta José Reveles, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), que la estadística en manos de la autoridad se convierte, casi en automático, en instrumento de manipulación. Así pervertida, se esgrime como punta de lanza para el ataque mutuo entre gobiernos de signo partidario diferente, a partir de resultados desastrosos. Luego, para entretener y tratar de enredar a la sociedad mexicana, se convierte en lamentable herramienta de distracción de lo que importa, de lo central en un tema tan sensible como el de las desapariciones de personas, que es un delito de lesa humanidad.

El presidente insiste en que la desaparición de personas es el pendiente histórico más importante de este país. No hay respuestas congruentes para los familiares, pese a la generación de una nueva burocracia que recibe varios nombres, goza de generosos presupuestos, dice acogerse a nuevas leyes que son –como muchas otras medidas y comisiones ad hoc– una real simulación en la medida en que no aterrizan en lo real cotidiano y no sirven para el objetivo central: hallar a los desaparecidos.

En México no han prosperado los esfuerzos por llegar a la verdad y justicia para las víctimas del pasado y del presente, y los intentos por esclarecer los hechos del pasado relacionados con violaciones a los derechos humanos están muy lejos de llegar a la verdad y no se fincaron responsabilidades. Lo mismo ha sucedido con el caso insignia de este gobierno: Ayoztinapa; en donde lo único que hay de justicia es una eterna promesa de “entregar avances” y un poco más de cercanía con las familias, pero las reuniones con autoridades sin resultados son poco más que una falsa medicina ante una terrible dolencia.

En resumen: resultado del cambio de discurso hacia el tema de desaparecidos y del nuevo entramado institucional (fiscalía especial, comisión de búsqueda) no han habido los resultados esperados. Para colectivos de personas desaparecidas, la principal razón por la que no hay una disminución de este delito es la impunidad. Pero también, duele el discurso triunfalista de que están bajando todos los delitos cuando este crimen de lesa humanidad sigue sucediendo en un México de la autodenominada “transformación”.

* Coordinador de Análisis y Comunicación del PAN Jalisco.

“En México la desaparición forzada de personas no ha dejado de parecer un asunto del pasado para convertirse en los años recientes en un problema público de dimensiones nacionales pues, aunque difícil de cuantificar con precisión, informes gubernamentales de organismos internacionales y asociaciones civiles nacionales hablan de decenas de miles de desaparecidos”. María Teresa Villarreal Martínez, doctora en políticas públicas.

Con López Obrador son dos años perdidos en economía, en seguridad y en salud. Aumentó la violencia, aumentó la deuda, crecieron los feminicidios, se multiplicó la pobreza. Este gobierno ha sembrado la desconfianza y la incertidumbre. Ofrecieron acabar con la inseguridad y su gobierno ha sido el más violento del siglo. Los “abrazos no balazos” aumentaron la impunidad y empoderaron a los cárteles del narcotráfico. El gobierno perdió el control de la violencia. En los primeros 19 meses, los homicidios dolosos aumentaron 70 por ciento en relación con el mismo periodo del gobierno anterior.

En el país se registran oficialmente más de 75 mil desaparecidos. Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia se denunció la desaparición de 63 mil 523 personas. De diciembre de 2006 a la fecha se tiene conocimiento de 3,978 fosas clandestinas en todo el país, de las cuales han sido exhumados 6,625 cuerpos. El 28.7% de estas fosas han sido ubicadas durante el actual gobierno y se han exhumado 1,682 cuerpos.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, en marzo cuando se declaró la pandemia de coronavirus se reportó la desaparición de 502 personas, en abril 437, en mayo 223 y en junio 180 personas más. El 59% de las personas desaparecidas son hombres y el 41% mujeres. Además de la impunidad, se revictimiza a los desaparecidos, asegurando que se dedicaban a alguna actividad ilegal, por lo que pasan de ser ver víctimas a delincuentes.

Apunta José Reveles, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), que la estadística en manos de la autoridad se convierte, casi en automático, en instrumento de manipulación. Así pervertida, se esgrime como punta de lanza para el ataque mutuo entre gobiernos de signo partidario diferente, a partir de resultados desastrosos. Luego, para entretener y tratar de enredar a la sociedad mexicana, se convierte en lamentable herramienta de distracción de lo que importa, de lo central en un tema tan sensible como el de las desapariciones de personas, que es un delito de lesa humanidad.

El presidente insiste en que la desaparición de personas es el pendiente histórico más importante de este país. No hay respuestas congruentes para los familiares, pese a la generación de una nueva burocracia que recibe varios nombres, goza de generosos presupuestos, dice acogerse a nuevas leyes que son –como muchas otras medidas y comisiones ad hoc– una real simulación en la medida en que no aterrizan en lo real cotidiano y no sirven para el objetivo central: hallar a los desaparecidos.

En México no han prosperado los esfuerzos por llegar a la verdad y justicia para las víctimas del pasado y del presente, y los intentos por esclarecer los hechos del pasado relacionados con violaciones a los derechos humanos están muy lejos de llegar a la verdad y no se fincaron responsabilidades. Lo mismo ha sucedido con el caso insignia de este gobierno: Ayoztinapa; en donde lo único que hay de justicia es una eterna promesa de “entregar avances” y un poco más de cercanía con las familias, pero las reuniones con autoridades sin resultados son poco más que una falsa medicina ante una terrible dolencia.

En resumen: resultado del cambio de discurso hacia el tema de desaparecidos y del nuevo entramado institucional (fiscalía especial, comisión de búsqueda) no han habido los resultados esperados. Para colectivos de personas desaparecidas, la principal razón por la que no hay una disminución de este delito es la impunidad. Pero también, duele el discurso triunfalista de que están bajando todos los delitos cuando este crimen de lesa humanidad sigue sucediendo en un México de la autodenominada “transformación”.

* Coordinador de Análisis y Comunicación del PAN Jalisco.