/ martes 3 de octubre de 2023

365 días finales de un gobierno insuficiente

www.youtube.com/c/carlosanguianoz


Resulta indiscutible que alrededor del mundo, los cambios sociales cada vez más provienen de la sociedad, emergiendo con tal fuerza e intensidad, que doblan y rebasan a las estructuras de gobierno y al poder formal e institucionalizado. La fuerza de la sociedad es abrumadora y su potencial suele ser desperdiciado por falta de la conducción correcta, aunada a factores que lo debilitan, como lo son la pulverización de mando, la apatía de la masa social, la escaza participación y la corriente de continuidad, que a muchos mantiene en su zona de confort e inhabilita a activarse para sumar y aportar en los cambios que se vienen dando.

En México, una cultura añeja que rinde culto al poder público, a los personajes del poder, a los gobernantes y a las figuras políticas, que más allá de la calificación de su desempeño, se mueven en las filas de la atracción, la manipulación, la propaganda engañosa, el liderazgo carismático y la popularidad populista, nos ha llevado a solapar y a justificar los errores, los excesos y los abusos del presidente, de su gabinete, de sus familiares y de los beneficiarios de sus decisiones de gobierno. Sin poder negar la popularidad de López Obrador, aunque cuestionando los motivos que le dieron origen, la veracidad de su discurso, la eficacia de sus acciones y la eficiencia de su gobierno, llega al sexto y último año de gobierno.

A menos de 365 días ya del final de su sexenio, el análisis que va más allá de los discursos y de la propaganda gubernamental, que explora más profundo que los datos expresados y no sustentados en las conferencias mañaneras, características del estilo directivo presidencial, arroja cuestionamientos severos a los resultados, a los logros y a las buenas prácticas alcanzadas durante este sexenio de la cuarta transformación. Estando en conciencia de que los graves problemas que más impactan, afectan y flagelan a los mexicanos, efectivamente no iniciaron su progresión durante los últimos 5 años, pero también concientes de que hoy por hoy, el estado que guarda la nación expone que en materia de inseguridad, de corrupción, de crimen organizado, de pobreza, estamos peor que antes, y siendo problemas críticos, incluso crónicos, en lugar de avanzar en su solución se han agudizado los estragos, el daño al tejido social y a la calidad de vida de los mexicanos.

La expectativa que se formó ante la transición democrática de 2018, ante la posibilidad de conocer mejores alternativas de solución, nuevas formas de hacer política, mesura en el ejercicio del poder para evitar arbitrariedades, corrupción institucional, quebranto patrimonial y un mejor uso del presupuesto de egresos de la federación, han quedado destruidas sobre el actuar del presidente. En materia de educación, de salud, de seguridad pública, estamos peor que antes y el hoyo parece no tener fin. Cada día se agrava más el problema de que el crimen organizado supera y vence al gobierno federal. La falta de medicamentos, asignatura no satisfecha ni resuelta en 5 años de promesas vagas, incluido el fracaso y la corrupción rampante del INSABI y la compra de medicamentos durante lo que va de este sexenio, así como una falla mayúscula en el modelo de educación pública, que revocó la anterior reforma educativa para quedar en un intento de adoctrinamiento en las aulas, son ejemplos de que el gobierno es insuficiente, que no ha cumplido, que no sirvió, que seguimos empeorando cada día.

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Resulta indiscutible que alrededor del mundo, los cambios sociales cada vez más provienen de la sociedad, emergiendo con tal fuerza e intensidad, que doblan y rebasan a las estructuras de gobierno y al poder formal e institucionalizado. La fuerza de la sociedad es abrumadora y su potencial suele ser desperdiciado por falta de la conducción correcta, aunada a factores que lo debilitan, como lo son la pulverización de mando, la apatía de la masa social, la escaza participación y la corriente de continuidad, que a muchos mantiene en su zona de confort e inhabilita a activarse para sumar y aportar en los cambios que se vienen dando.

En México, una cultura añeja que rinde culto al poder público, a los personajes del poder, a los gobernantes y a las figuras políticas, que más allá de la calificación de su desempeño, se mueven en las filas de la atracción, la manipulación, la propaganda engañosa, el liderazgo carismático y la popularidad populista, nos ha llevado a solapar y a justificar los errores, los excesos y los abusos del presidente, de su gabinete, de sus familiares y de los beneficiarios de sus decisiones de gobierno. Sin poder negar la popularidad de López Obrador, aunque cuestionando los motivos que le dieron origen, la veracidad de su discurso, la eficacia de sus acciones y la eficiencia de su gobierno, llega al sexto y último año de gobierno.

A menos de 365 días ya del final de su sexenio, el análisis que va más allá de los discursos y de la propaganda gubernamental, que explora más profundo que los datos expresados y no sustentados en las conferencias mañaneras, características del estilo directivo presidencial, arroja cuestionamientos severos a los resultados, a los logros y a las buenas prácticas alcanzadas durante este sexenio de la cuarta transformación. Estando en conciencia de que los graves problemas que más impactan, afectan y flagelan a los mexicanos, efectivamente no iniciaron su progresión durante los últimos 5 años, pero también concientes de que hoy por hoy, el estado que guarda la nación expone que en materia de inseguridad, de corrupción, de crimen organizado, de pobreza, estamos peor que antes, y siendo problemas críticos, incluso crónicos, en lugar de avanzar en su solución se han agudizado los estragos, el daño al tejido social y a la calidad de vida de los mexicanos.

La expectativa que se formó ante la transición democrática de 2018, ante la posibilidad de conocer mejores alternativas de solución, nuevas formas de hacer política, mesura en el ejercicio del poder para evitar arbitrariedades, corrupción institucional, quebranto patrimonial y un mejor uso del presupuesto de egresos de la federación, han quedado destruidas sobre el actuar del presidente. En materia de educación, de salud, de seguridad pública, estamos peor que antes y el hoyo parece no tener fin. Cada día se agrava más el problema de que el crimen organizado supera y vence al gobierno federal. La falta de medicamentos, asignatura no satisfecha ni resuelta en 5 años de promesas vagas, incluido el fracaso y la corrupción rampante del INSABI y la compra de medicamentos durante lo que va de este sexenio, así como una falla mayúscula en el modelo de educación pública, que revocó la anterior reforma educativa para quedar en un intento de adoctrinamiento en las aulas, son ejemplos de que el gobierno es insuficiente, que no ha cumplido, que no sirvió, que seguimos empeorando cada día.